lunes, 22 de diciembre de 2014

Tu luz



I

Solamente los ángeles
son capaces de acariciar
por medio de una sonrisa.

II

Cuanto he reaprendido
a partir de tu luz.
Las horas, por ejemplo, enamoradas de ti,
ocupando por fin el presente
como único espacio.
La importancia del aroma, especialmente
el de tu piel.
Tan infinito en su dulzura,
proveniente sin duda de esa naturaleza
recién estrenada,
más celestial que terrestre.
Eres la gran maestra,
mi encantadora de serpientes.
La que apacigua las sombras
y los titanes.
La luz que necesitaban mis ojos.

III

Hemos nacido juntas, Nerea.
¿Qué paraíso anidaste en mis entrañas
para hacerme brotar nueva?
Pequeña, mi pequeña
de los ojos inmensos y verdes,
eres la lluvia que yo esperaba,
la verdadera y única gota de agua
en este gran océano de pieles.

IV

No te prometo nada.
Soy tu madre y por eso toda yo
soy promesa.
Mi voz te arropará aún en el silencio.
Es tuya mi palabra y cada paso que doy.
Cuando camino hacia el trabajo,
mientras hago compras distraída,
ahí vas conmigo,
entre el corazón y el alma
como una insignia
contra todo abatimiento.

V

Te amo. Esa es mi realidad.
Infinita niña, cuánto poder tienes
con apenas cinco meses.
Mi pequeña David contra Goliat,
un día te contaré cuántas tristezas
derribaste aquel nueve de julio.
Porque has triunfado, mi sabia pequeñita,
toda tú eres mi gran respuesta
a cada interrogante.
Tú, realidad maravillosa
y al mismo tiempo, magia.

VI

Soy tus cuatro estaciones,
la arena de un reloj invisible
que yo intuyo entre tus manos.
Soy menos oDiosa y más Diosa
porque me lo ordenas dulcemente
cuando tomas mis dedos con tus dedos
y asoma en tu rostro el gesto indudable
de quién siente un primer triunfo.
Soy mejor, qué duda cabe,
porque me importa tu grandeza.

VII

Nerea, mi Nerea…
Te nombro amor y me parece escaso.
Sueño una palabra con la que mencionarte
sin sentirla demasiado poco.

YOLANDA P. LARA

6 comentarios: