viernes, 26 de junio de 2015

Sírvase vino



Las copas estaban listas para recibir el preciado líquido, ansiosas por sentir el cálido tacto del vino, de mantenerlo durante un tiempo breve en su interior hasta, fatal y finalmente, ser vaciadas en las secas bocas de los comensales, quizá con suerte, para algunas, de volver a ser rellenadas. Un ritual mágico al que se asistía muy de tarde en tarde, con motivo de alguna celebración, y siempre con alegría y gozo, tanto para las copas como para sus usuarios, aquellos gigantescos y feos insectos verde esmeralda de seis patas y dos alas.

ANTONIO PÉREZ RUIZ




viernes, 19 de junio de 2015

La flor cobriza



Alejado de ella por una inmensa carga.
Aquella mujer de mis sueños la veo en sombras largas.
Obscuras, estáticas, rompen mi alma.

Su hablar sensual transgrede mis palabras.
Su andar de potranca consume toda mi venganza.
Esa que pudiera engendrar mi mente trágica.

¿Cómo será estar entre tus piernas cobrizas?
Besar tu cuello de india latina.
Adentrarme entre tus profundidades divinas.
Deshazme con todas tus delicias.
En un jardín de amazonas vítreas.
Que corren desnudas alrededor de mis iras.

Las amazonas observan todas aquellas locuras.
Ellas observan nuestras pieles y mieles desnudas.
Tus curvas en esa parte de la cintura.
Y debajo de tu ombligo que será mi gran aventura.
Morderé tus comisuras. 
Sin luna, noche obscura de sexo y lujuria.

La mujer de mis sueños que veo en sombras largas.
La niña de fuego Artemisa en llamas.
Calentura rojiza, imposible fuego sobre El Estigia. 

Sin nada más que mis dudas oblicuas.

LEÓN BONET

viernes, 12 de junio de 2015

Qué desnudez aquella



Con tu permiso.
Sin tu permiso.
No es necesario.

He visto una parte de ti
en ese lugar
a esa hora
Irrepetible.

No alcanzaste a vestirte,
yo tampoco

Qué desnudez aquella
cuando el peso de tus ojos
te llevó el rostro hacia abajo
y miraste el suelo
buscando un lugar para esconder tu sonrisa.

He visto esa parte de ti
que llovizna
y me la he llevado a casa.

El peso de tus ojos
me lleva el rostro hacia abajo
donde también busco un lugar para posar mi sonrisa
y encuentro la tuya
y anochece
y las nubes me tapan las estrellas
y llovizna
y llovizna
y ambos empapados del rocío de la noche
nos miramos a los ojos
a distancia
sin sospechar que de verdad lo hacemos
y dibujamos en el viento
algo más cercano a un beso
que a una sonrisa.

FRANCO VALENZUELA




lunes, 8 de junio de 2015

Te mataron Federico



“TE MATARON FEDERICO
PERO NO MORISTE...
PERMANECES VIVO
EN LAS HOJAS DE LA HISTORIA,
TE HICIERON INMORTAL EN LA MEMORIA”

I

La balada de un día de julio
desangró como una fuente,
me lo dijo la niña de nieve,
iba cubierta de nostalgias
y laureles.
El agua tranquila
de la canción añeja
se fue lejos de la plazuela
en busca de magos y de princesas.

La sombra de tu alma huye
por ocasos de alfabetos,
te mataron Federico,
pero estás en la memoria,
lo dicen tus versos
y el ruiseñor y la alondra.
Baladas y más baladas
cantadas en un papel
quedaron ya de por vida,
bajo una noche negra,
caliente, caliente,
como el agua de la fuente.

El cante jondo en tus dedos
entre naranjos y olivos
quedó dormido en el agua
de los tres ríos,
amor que se fue por el aire,
amor que se fue y no vino.
Guitarras por seguiriyas,
soleares en tierras secas
y tu “AY” quedó grabado
sobre el grito del viento,
quedó en el campo llorando.
No te mueras Federico,
que tus huesos no se mojen
bajo la tierra baldía,
que la Amparo está sola en tu casa
con su vestidito blanco,
que los cipreses bordan letras
sobre el cañamazo
y la muerte se lamenta
y tu guitarra se entierra
contigo bajo la arena,
cuando tú te mueras.

II

Ay, Federico García
el Lorca de las adelfas,
que la muerte te acecha
en el fusil de un cantar
y mueren de pena siete doncellas
que el río trae pero nadie puede verlas.
Tres árboles cortó el hacha
al amanecer el día,
pero no eran tres,
ni eran dos, ni tan siquiera
era uno, era ninguno
y se quedó desnuda el agua.
Federico no te mueras
que el lagarto está llorando,
el lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos,
mira que ya son muy viejos,
que viejos son los lagartos.

Hay tantos y tantos versos
que de tus manos salieron
que hasta el romancero llora
al ver tu cuerpo en el suelo,
ay, Federico García
que prendieron al Camborio,
cuando se acercó a Sevilla
y a la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Los ángeles negros traen
pañuelos y agua de nieve,
que sofoquen tu dolor,
Federico que te mueres,
tu cuerpo lleno de lirios
Y una bala entre las sienes.

III

Qué llanto a Sánchez Mejías
y a su sangre derramada,
yo no quiero ver la tuya,
poeta de mis entrañas.
Su luna de pergamino
preciosa toca en sus manos,
ya no siente tu latir,
Federico, te mataron.
Yo no quiero ser poeta
si te matan Federico,
ay, mis camisas de hilo,
ay, mis muslos de amapola
ay, pena de cauce oculto
y madrugada remota,
que mis ojos ya se empañan
y mis enaguas se cuajan.

Señores guardias civiles
no me matéis al maestro
que hasta el verde de las ramas
se vuelve negro azabache
bajo la luna gitana.
Ya te me vas Federico,
ya te me mueres poeta,
el más grande de tu tiempo
y de todos los que vengan.
Que te has muerto para siempre,
que te han matado como a un perro
y a la orilla de la luna
hoy ya reposan tus huesos.

RAFI GUERRA

lunes, 1 de junio de 2015

La Celestina



Autor: Fernando de Rojas (1470-1541)             
Año de la obra: 1499

Fernando de Rojas, probablemente de origen judío converso, cursó estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca. Tuvo la fortuna de encontrarse el primero de los veintiún actos y a partir de ahí escribió los restantes. El autor anónimo podría ser Rodrigo de Cota o Juan de Mena, especialmente el primero, judío por cierto, a quien se le atribuye el primer acto. En principio la obra se denominó <<Comedia de Calisto y Melibea>> para, posteriormente, cambiar el apelativo de comedia por el de tragicomedia, más acorde con el triste final de los amantes. Rojas encontró en un índex de frases de Petrarca impreso en Basilea en 1496 una importantísima fuente de referencia, de ahí que se sospeche  que poco después se editase la obra, quizás un año más tarde, pero las primeras ediciones conocidas son las de 1499 en Burgos y 1500 en Toledo (primera completa). Luego vendrían las de Sevilla en 1501, Toledo y Sevilla en 1502, Zaragoza en 1507 (primera tragicomedia española conservada) y Valencia en 1514.
El propósito de la comedia, según Rojas, es el de enseñar a los amantes cómo escapar de la cautividad del amor. Coincido con Dorothy S. Severin en que <<La Celestina>> tiene como similitud con <<El Quijote>> en que ambos protagonistas están “locos”, uno de amor y otro por las novelas de caballería, si bien estas últimas le llevan a Don Quijote a enamorarse de una ficticia mujer (Dulcinea) a diferencia de la real Melibea de Calisto. En poco más se parecen dichas obras.
Además de Petrarca, Fernando de Rojas utilizó otras fuentes como la <<Cárcel de amor>> (1492) de Diego de San Pedro, el <<Libro del buen amor>> de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Ovidio y Virgilio, entre otros. Se observa en el libro cierta atracción lesbiana y pedófila mientras el autor refleja su convicción de que el amor es la mayor delicia y el mayor tormento de la vida: <<Dulce ponzoña, blanda muerte>>, como dice la hechicera Celestina, auténtica protagonista de la novela, que ya en el siglo XVI llevaría su nombre.
Calisto es un caballero ciegamente enamorado de una joven de alto linaje llamada Melibea que en principio le desprecia. Un criado de éste, Sempronio, le dijo a su amo que le ayudaría a conseguir su favor seguro de que le pagaría con creces, para ello recurre a la vieja hechicera Celestina, con la que pacta repartir el botín y entre ambos convencen a otro criado, Pármeno, más fiel, de unirse a ellos. Esto lo consigue sobre todo Celestina con la promesa a Pármeno de que haría suya a su amada Areúsa, una prostituta prima de  Elicia, mujer del mismo gremio y a su vez amor de Sempronio. Celestina visita a Melibea y le comunica a ésta que Calisto sufre de dolor de muelas por ella (el equivalente a sufrir de amor) y logra que le entregue un cordón suyo para él, sobre el cual lanzaría un conjuro que sirvió para enamorarla. Por otra parte, Celestina consigue unir a Areúsa y Pármeno y recibe de Calisto en recompensa de sus servicios una valiosa cadenilla que no comparte con Sempronio y Pármeno. Así, estos indignados por dicha traición la matan en presencia de Elicia y, posteriormente, son ajusticiados. A partir de ahí, Areúsa y Elicia se lanzan en una cruzada contra Calisto y Melibea a los que consideran culpables de haber perdido para siempre a sus amantes y tras sonsacar Areúsa a Sosia, criado de Calisto, dónde irá esa noche con su amo, éste le dice que a casa de Melibea acompañados por Tristán, otro criado. Después la propia Areúsa embauca de amor a un rufián llamado Centurio y le convence de que mate a Calisto. Esa noche cuando los dos enamorados están en el cuarto de Melibea con la complicidad de Lucrecia, criada de ésta, oye Calisto que sus dos sirvientes están siendo atacados y al acudir en su ayuda se cae de la escala y se mata. Melibea, ante tal desgracia, se tira desde la torre para morir con él ante el penar de sus padres, Pleberio y Alisa.
Auténtica parodia del amor, alegato contra el mismo y mofa de los enamorados. La declaración final de Pleberio indica con claridad la voluntad de Fernando de Rojas al escribir la novela. Muy entretenida.

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