lunes, 1 de junio de 2015

La Celestina



Autor: Fernando de Rojas (1470-1541)             
Año de la obra: 1499

Fernando de Rojas, probablemente de origen judío converso, cursó estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca. Tuvo la fortuna de encontrarse el primero de los veintiún actos y a partir de ahí escribió los restantes. El autor anónimo podría ser Rodrigo de Cota o Juan de Mena, especialmente el primero, judío por cierto, a quien se le atribuye el primer acto. En principio la obra se denominó <<Comedia de Calisto y Melibea>> para, posteriormente, cambiar el apelativo de comedia por el de tragicomedia, más acorde con el triste final de los amantes. Rojas encontró en un índex de frases de Petrarca impreso en Basilea en 1496 una importantísima fuente de referencia, de ahí que se sospeche  que poco después se editase la obra, quizás un año más tarde, pero las primeras ediciones conocidas son las de 1499 en Burgos y 1500 en Toledo (primera completa). Luego vendrían las de Sevilla en 1501, Toledo y Sevilla en 1502, Zaragoza en 1507 (primera tragicomedia española conservada) y Valencia en 1514.
El propósito de la comedia, según Rojas, es el de enseñar a los amantes cómo escapar de la cautividad del amor. Coincido con Dorothy S. Severin en que <<La Celestina>> tiene como similitud con <<El Quijote>> en que ambos protagonistas están “locos”, uno de amor y otro por las novelas de caballería, si bien estas últimas le llevan a Don Quijote a enamorarse de una ficticia mujer (Dulcinea) a diferencia de la real Melibea de Calisto. En poco más se parecen dichas obras.
Además de Petrarca, Fernando de Rojas utilizó otras fuentes como la <<Cárcel de amor>> (1492) de Diego de San Pedro, el <<Libro del buen amor>> de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Ovidio y Virgilio, entre otros. Se observa en el libro cierta atracción lesbiana y pedófila mientras el autor refleja su convicción de que el amor es la mayor delicia y el mayor tormento de la vida: <<Dulce ponzoña, blanda muerte>>, como dice la hechicera Celestina, auténtica protagonista de la novela, que ya en el siglo XVI llevaría su nombre.
Calisto es un caballero ciegamente enamorado de una joven de alto linaje llamada Melibea que en principio le desprecia. Un criado de éste, Sempronio, le dijo a su amo que le ayudaría a conseguir su favor seguro de que le pagaría con creces, para ello recurre a la vieja hechicera Celestina, con la que pacta repartir el botín y entre ambos convencen a otro criado, Pármeno, más fiel, de unirse a ellos. Esto lo consigue sobre todo Celestina con la promesa a Pármeno de que haría suya a su amada Areúsa, una prostituta prima de  Elicia, mujer del mismo gremio y a su vez amor de Sempronio. Celestina visita a Melibea y le comunica a ésta que Calisto sufre de dolor de muelas por ella (el equivalente a sufrir de amor) y logra que le entregue un cordón suyo para él, sobre el cual lanzaría un conjuro que sirvió para enamorarla. Por otra parte, Celestina consigue unir a Areúsa y Pármeno y recibe de Calisto en recompensa de sus servicios una valiosa cadenilla que no comparte con Sempronio y Pármeno. Así, estos indignados por dicha traición la matan en presencia de Elicia y, posteriormente, son ajusticiados. A partir de ahí, Areúsa y Elicia se lanzan en una cruzada contra Calisto y Melibea a los que consideran culpables de haber perdido para siempre a sus amantes y tras sonsacar Areúsa a Sosia, criado de Calisto, dónde irá esa noche con su amo, éste le dice que a casa de Melibea acompañados por Tristán, otro criado. Después la propia Areúsa embauca de amor a un rufián llamado Centurio y le convence de que mate a Calisto. Esa noche cuando los dos enamorados están en el cuarto de Melibea con la complicidad de Lucrecia, criada de ésta, oye Calisto que sus dos sirvientes están siendo atacados y al acudir en su ayuda se cae de la escala y se mata. Melibea, ante tal desgracia, se tira desde la torre para morir con él ante el penar de sus padres, Pleberio y Alisa.
Auténtica parodia del amor, alegato contra el mismo y mofa de los enamorados. La declaración final de Pleberio indica con claridad la voluntad de Fernando de Rojas al escribir la novela. Muy entretenida.

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