Año de la obra: 1927
Conmovedora
historia que narra el amor apasionado de una joven de trece años por su vecino,
escritor de profesión, quien ni tan siquiera se percata de sus sentimientos. Él
es un hombre acaudalado, frívolo y mujeriego. Un día, años más tarde, se
encuentran al salir de casa. Ella nunca le ha olvidado. Incluso regresó para
vivir cerca de él después de marcharse a otra ciudad obligada por el matrimonio
de su madre. Él se ha fijado en su belleza, pero no recuerda a aquella
muchachita que le idolatraba. Hacen el amor y luego la olvida pues desconoce la
fidelidad. Sólo es una conquista más. Ella queda embarazada y en la pobreza, de
la cual sale siendo señorita de compañía, que no prostituta, de muchos
caballeros adinerados. Incluso algunos se enamoran hasta el punto de pedirle
que se casara con ellos. Pero nuestra desconocida se niega, pues sigue amando
al necio escritor que la ignora, pese a que ella le envía siempre por su
cumpleaños un ramo de rosas blancas. En uno de estos se encuentran en una sala
de fiestas. Ella está con un cliente y él, en otra mesa, con mujeres. La ve y
se encapricha nuevamente. Se van juntos a escondidas y vuelven a hacer el amor
en el apartamento del escritor. Sin embargo, al terminar, sucede un hecho
humillante e inesperado: Éste le da dinero, tratándola como lo que no es y no
como a la mujer que estuvo consagrada a él desde su niñez. Por supuesto rechaza
la paga y queda herida en su dignidad, la misma que le impidió decirle que
tenía un hijo suyo al saber que la odiaría por cambiarle la vida. Ahora ese
hijo ha muerto y antes de fallecer ella también le envía una extensa carta en
la cual le cuenta sus sentimientos, la existencia de ese hijo común muerto y el
regalo de las rosas blancas por su cumpleaños. No le dice su nombre. Él seguirá
toda su vida sin recordarla.
Este es
un extracto de la carta:
“Sólo
quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer
toda mi vida, que siempre fue tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú
conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una
respuesta, cuando esto ahora que me sacude con escalofríos sea de verdad el
final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría
en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás
que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la
tuya desde la primera hasta la última hora”.
Triste y
romántica historia de este autor de gran popularidad entre los años treinta y
cuarenta del siglo XX. Stefan Sweig fue contrario al Nazismo y se suicidió,
según sus propias palabras, “al ver a Europa destruirse”.
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