Procaces añiles por acantilados desdeñados,
tronaron ungidos de olas del mar y terrones despeñados.
Súbitos y dignos de engalanar,
decidieron desde alminares a la luna bramar.
Orgullosa en vuelo y arqueada por su cuello arrullar…
delicada, quiso su mano mostrar.
Lapislázulis de intenso arracimar,
pudo ella a los añiles presentar…
entre cuarzos violetas y ópalos sin mar.
Fue entonces cuando ella, a los acantilados, pudo
mortificar.
CÉSAR ARRANZ