miércoles, 31 de enero de 2018

Vuelo




Miro al cielo y me sorprendes,
vuelo sobre tus alas
observando
desde tu hogar.
Mi mundo,
calma y quietud,
Invita a ser habitante
perpetuo
donde sin tus mascaras
soy vida
latiendo.
MARÍA JOSÉ LUQUE FERNÁNDEZ

miércoles, 24 de enero de 2018

Danzar




Grácil silueta
surca los cielos
dejando en la tierra
embelesados
que gustan
admirar su belleza
en el silencio.
MARÍA JOSÉ LUQUE FERNÁNDEZ

martes, 16 de enero de 2018

Mis peores 52 minutos




El tranvía se detuvo. Nadie entendió el motivo. Los demás pasajeros estaban desconcertados. Parecía que los maquinistas hubieron abandonado los vehículos. El corazón me latía fuerte. La garganta se me encogió y exhalaba muy poco aire. Por la espalda me recorría un hormigueo escalofriante, como el aliento de un lobo soplándome al cuello.
—¡Qué paren los trenes! ¡Esto es Flandes! —exclamó uno de los vigilantes del tranvía.
Tragué saliva. La sangre que recorría por mis venas se empezó a volver gélida. Los flamencos ya habían iniciado esa batalla. Giré la cabeza y vi que todos tenían mi misma expresión de terror.
El agente de seguridad empezó a desalojarnos. Le obedecimos sin rechistar y salimos. El frío del invierno empezó a penetrarme en los huesos. Mis dientes castañeaban inconscientemente.
—¿A dónde vamos? —preguntó una anciana desorientada.
Nadie le respondió. Estábamos conmocionados.
—¡Bajen por aquí y vayan hacia la salida! —gritó un policía flamenco.
Bajamos las escaleras y abandonamos la estación. Fuera había una flota de autobuses que nos devolvían a Bruselas. Estaban llenos y apenas cabía un alfiler.
Otro de los policías me subió a un autobús y me sentó en uno de los asientos del fondo. Mis ojos vibraban. Estaba inmerso en un mar de confusiones.
El autobús arrancó y me llevó de vuelta a Bruselas. Mi corazón se llenó de dolor cuando vi a los policías levantando una valla en la frontera con Flandes. Los carteles de salida estaban escritos en flamenco. Resoplé. Estaba hundido. Flandes había declarado la independencia.
ÓSCAR ALONSO TENORIO

jueves, 11 de enero de 2018

Caricias





    Los granos de arena fina se sublevan entre tus dedos mientras buscan lugar para ofrecer caricias. Sensaciones dispersas quedan a tu paso, con alevosía buscas su abrazo.
     En la sombría de la tarde brotan a tu encuentro las cálidas aguas. El sol busca rozar tu piel, sin enojarte, permites su caricia. Gozas del momento, fluyen las pasiones, cierras los ojos, vuelas a su encuentro mientras marcha.
     Danzas, tributas a la noche, te fundes en el halo que la luna refleja palpitando tus deseos, melodías dispersas a tu paso, muchacha, quedan.
MARÍA JOSÉ LUQUE FERNÁNDEZ

jueves, 4 de enero de 2018

Carta de una desconocida



Autor: Stefan Zweig (1881-1942)
Año de la obra: 1927

Conmovedora historia que narra el amor apasionado de una joven de trece años por su vecino, escritor de profesión, quien ni tan siquiera se percata de sus sentimientos. Él es un hombre acaudalado, frívolo y mujeriego. Un día, años más tarde, se encuentran al salir de casa. Ella nunca le ha olvidado. Incluso regresó para vivir cerca de él después de marcharse a otra ciudad obligada por el matrimonio de su madre. Él se ha fijado en su belleza, pero no recuerda a aquella muchachita que le idolatraba. Hacen el amor y luego la olvida pues desconoce la fidelidad. Sólo es una conquista más. Ella queda embarazada y en la pobreza, de la cual sale siendo señorita de compañía, que no prostituta, de muchos caballeros adinerados. Incluso algunos se enamoran hasta el punto de pedirle que se casara con ellos. Pero nuestra desconocida se niega, pues sigue amando al necio escritor que la ignora, pese a que ella le envía siempre por su cumpleaños un ramo de rosas blancas. En uno de estos se encuentran en una sala de fiestas. Ella está con un cliente y él, en otra mesa, con mujeres. La ve y se encapricha nuevamente. Se van juntos a escondidas y vuelven a hacer el amor en el apartamento del escritor. Sin embargo, al terminar, sucede un hecho humillante e inesperado: Éste le da dinero, tratándola como lo que no es y no como a la mujer que estuvo consagrada a él desde su niñez. Por supuesto rechaza la paga y queda herida en su dignidad, la misma que le impidió decirle que tenía un hijo suyo al saber que la odiaría por cambiarle la vida. Ahora ese hijo ha muerto y antes de fallecer ella también le envía una extensa carta en la cual le cuenta sus sentimientos, la existencia de ese hijo común muerto y el regalo de las rosas blancas por su cumpleaños. No le dice su nombre. Él seguirá toda su vida sin recordarla.
Este es un extracto de la carta:
“Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta, cuando esto ahora que me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora”.
Triste y romántica historia de este autor de gran popularidad entre los años treinta y cuarenta del siglo XX. Stefan Sweig fue contrario al Nazismo y se suicidió, según sus propias palabras, “al ver a Europa destruirse”.

¿Te ha gustado? Recomiéndalo y coméntalo, así como los anteriores libros.