Aquel día que te vi
jamás lo podré olvidar.
Estabas en el balcón,
tras las flores sonreías,
sabiendo que yo llegaba
para darte todo mi amor,
aquel que siempre te di
porque tú lo merecías,
porque debiste sufrir,
mucho, en demasía,
a causa de mi enfermedad,
esa que al fin superé,
casi en su totalidad,
para poder devolverte
algo de lo recibido.
Sí, nunca olvidaré
aquel instante fugaz,
junto a tu amor viste el mío
y al ver que llegaba bien
fue cuando desapareciste,
pero sé que siempre estarás
allá donde me encuentre
y que de mí velarás
para toda la eternidad.
LUIS FERNANDO RAMOS MARTÍN