martes, 26 de diciembre de 2017

El coche en llamas




A veces un giro inesperado nos puede cambiar la vida. A veces puede dar un vuelco de ciento ochenta grados. ¡No sé! Simplemente sucede. No avisa, no advierte. Solo pasa, y nadie podemos hacer nada para remediarlo.
El coche negro corrió como una bala por toda la Gran Vía. No respetó el corte peatonal del ayuntamiento. La gente, que no estuvo prevenida, murió arrollada. Otros resultaron heridos por las caídas y los empujones. En tan solo dos minutos, la alegría se había convertido en tragedia. Centenares de fallecidos y heridos se amontonaron en lo largo de la carretera. Niños llorando, charcos de sangre, sábanas enterrando muertos, ambulancias corriendo… Todo era un cuadro trágico, similar al Guernika de Picasso.
Los policías seguían al coche negro. No le iban a dejar escapar. Tenía que pagar las consecuencias de semejante crimen. El coche se detuvo. Los furgones policiales se frenaron, lo rodearon y esperaron a que el conductor saliera. Nadie salió. Parecía vacío.
“Tal vez no quiera salir”, pensó el agente Astrid.
Se acercó lentamente mientras levantaba la pistola con la otra mano. Cuando iba a abrir la puerta del coche, combustionó de repente. Astrid dio un salto y afortunadamente no se quemó.
Todos miraban asustados. El coche cometió la mayor atrocidad que jamás había visto Madrid y prendió repentinamente.
—¡Llamen a los bomberos! —gritó.
El fuego creció tanto, que se convirtió en un gigante ígneo. De las llamas que deshacían el metal del coche salió una mujer con la piel completamente carbonizada. Corría agresiva hacia los policías. Estaba envuelta en ascuas. Era un ser infernal.
Los policías no le dieron tiempo. Sacaron sus armas y la abatieron a tiros. La mujer cayó muerta al suelo.
Las llamas seguían consumiendo su carne. La piel se volvía negra y, luego, roja. Su cabello desaparecía y su cuerpo cada vez se asemejaba a un cadáver en descomposición.
ÓSCAR ALONSO TENORIO

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Tierra





     La brisa ligera acompaña tu danza, la fina arena acaricia tu piel, el agua recoge las huellas dejadas por ti.
     Buscas en el horizonte la luz que envuelva tu alma, el camino donde la vida lata de nuevo, envuelta en la fina gasa del azul del cielo, regalo que te espera.

MARÍA JOSÉ LUQUE FERNÁNDEZ


Fotografía: Fundación We Eart
 

martes, 12 de diciembre de 2017

La danza de la vida


Dancemos en la danza de la vida,

vibremos, sintamos esa savia

recorriendo a borbotones nuestras venas.

La noche nos espera,

la luna cobija nuestra eterna primavera.

El otoño ha llegado

y la brisa se ha llevado mis quimeras.

Dancemos, no es eterna nuestra espera,

dancemos en la danza de la vida.


POÉTIKA @Poetikas1

martes, 5 de diciembre de 2017

Otelo



Autor: William Shakespeare (1564-1616)
Año de la obra: 1603

Interesante obra, cuyo título completo es <<La tragedia de Otelo, el moro de Venecia>>, que combina sabiamente dispuestos, el amor, la maldad, la ambición y los celos. Shakespeare es, sin duda, un auténtico especialista en escribir tragedias, al contrario que los autores españoles de la época que, en su mayoría, incidían en el honor.
La acción comienza cuando Yago, el malvado alférez de Otelo, y Rodrigo mantienen una conversación en la cual descubren sus deseos. Este último confiesa a Yago, verdadero protagonista de la obra, que está enamorado de Desdémona, esposa del general Otelo. Yago, por su parte, está resentido con Otelo por haber nombrado como su lugarteniente a Casio en vez de a él. Ambos, Yago y Rodrigo, se alían para conseguir sus propósitos. Así, Yago emborracha a Casio y provoca un disturbio en el que se ve inmerso éste. De esta manera logra su destitución. Yago, sabedor de la bondad de Desdémona, aconseja a Casio que le pida a ella que interceda por él para recuperar su antiguo cargo. A continuación, sugiere a Otelo sutilmente que su mujer podría estar engañándole con otro. Esta idea va calando en su interior con rapidez y le entran unos celos terribles, pues piensa que ese es el motivo por el cual tanto insiste ella en que le restituya en su puesto. Por si fuera poco, a Desdémona se le cae el pañuelo que le regaló Otelo mientras paseaba con su amiga Emilia, quien más tarde se lo encuentra, pero su marido, Yago, se lo arrebata y lo deja posteriormente en el cuarto de Casio. Cuando Otelo ve dicha prenda allí decide matar a su esposa y al hacerlo, en su agonía, ella tiene palabras de cariño hacia él, quien se da cuenta de su error. Yago, por su parte, convence a Rodrigo para que mate de una estocada a Casio y le dice que si falla le matará él esa misma noche. Pero Rodrigo muere y Casio sólo es herido por Yago. Finalmente, Emilia descubre la verdad y Otelo se suicida.

¿Te ha gustado? Recomiéndalo y coméntalo, así como los anteriores libros.