Lucía estridente sus plumas de
millares de colores,
verde, azul, rojo y otros
folclores.
No volaba, más alas no tenía,
pero sí ojos como las poderosas
águilas poseía.
Se paseaba guardiana por los
bosques vivaces,
rescatando a los pichones que
caían fugaces.
Cuidaba de los vuelos
matutinos,
acompañaba a los peregrinos.
Pintaba de frescos pinceles las
plumas de los que volaban
y les enseñaba los cantos a las
avecillas que nacían.
Frutas brillantes recogía de
los prados verdes,
creando enormes banquetes.
Su corazón se regocijaba al
escuchar las mil y una agudas sinfonías.
Dulces cantos alzaban al cielo,
las garzas vestidas de blanco
velo.
Danzaban alegres las cacatúas,
mostrando sus coronas de
elegantes plumas.
Al caer el alba,
las aves volvían cansadas.
Cada una a su respectivo nido,
que los pichones las esperaban,
lanzando amplios chillidos.
CYNTHIA SORIANO