Cuando intento interpretar el acto de crear o
intento transmitir algunas ideas, siento que algo está para allá de todo o
cualquier lenguaje, pensamiento, emoción o sensación. Cualquier cosa que, sin
fronteras, está más allá de lo que me es posible conceptualizar o describir
pero, tan cerca, tan dentro de mí, uno e inmutable que es la obra perfecta, la
idea perfecta, el lenguaje perfecto, sin embargo, inaccesible.
Así, aprehendo la existencia de dos facetas en mi
interior. Una, por su dualidad, establece diferencias, y la otra, por su
interioridad y relevancia, es el conocimiento y origen de todas las cosas.
La primera faceta, funcionando a partir de
referencias exteriores y de lo que se aprende de lo que es proyectado,
conceptualiza únicamente lo que no puede ser correctamente comprendido. La
segunda, por el desconocimiento de nuestra verdadera identidad, permite el
acceso a sí misma, como es el ejemplo de la sensación particular en el acto de
crear, como he descrito antes.
Por lo tanto, puedo decir de mi voluntad de ir
además de esta percepción, ya que nuestra existencia no es más que una
transición, y nosotros, ni como espectadores, no conseguimos disociar para que
la presenciemos, tal la solidez de nuestras estrategias duales.
Como persona, comparto con todas las otras un
conjunto de percepciones que me permiten decir que soy un ser humano. Pero
individualmente tenemos diferentes maneras de explicar, sentir e interpretar
esa percepción común, creando la impresión que vivimos en un mundo único.
Cuando nos inclinamos sobre esta perspectiva,
constatamos que ella describe lo que se puede entender como realidad relativa.
Se sobrentiende que este tipo de visión tenga un carácter subjetivo. Representa
la interpretación o concepción que individualmente y también colectivamente
podemos hacer sobre algo, material e inmaterial.
Así, si 1000 personas sueñan, habrá tantos sueños
como soñadores. Habrá tantas culturas cuanto grupos de personas diferentes que,
bajo una misma percepción desarrollan un mismo sistema cultural, social y
económico. De las 60000 lenguas que se calculan que hay en el planeta, éstas
representan tantos idiomas posibles de otros tantos pueblos, tribus, etnias o
países. O, en un ángulo más restricto, en una familia donde haya 6 hermanos,
ninguno de ellos es igual al otro, cada uno tendrá caracteres diferentes y será
una persona diferente.
Es, pues, esa percepción de individualidad la que
comprendo cómo realidad relativa. Y si entendemos que hay también una realidad
absoluta, y como entre lo absoluto y lo relativo no existe una oposición, sino
una continuidad, de alguna manera se podrá decir que lo que está allá de lo
relativo será lo absoluto.
Nuestra vida está llena de ejemplos que nos
permiten abordar el acceso (y repito: abordar el acceso) a la percepción de
aquello que es absoluto, pero no a lo absoluto. Y esto es revelado a nosotros
en las cosas sencillas de la vida, en algunos casos le llamamos experiencia de
la vida, en otros casos, coincidencias. Por ejemplo, el lector y yo no cogemos
a un hierro en brasa porque ambos sabemos que vamos a quemarnos; o cuando
estamos a pensar en alguien, esa persona nos llama en este exacto momento. Por
el desconocimiento de ese todo que es la realidad absoluta, buscamos caminos
exteriores para encontrarla.
Así ocurre también con los modelos de pensamiento.
Además, creo que estos, mal comparados, no son mejores o peores que cualquier
interpretación individual debidamente fundamentada.
De este modo, debemos apreciar lo que determinado
modelo nos trae de benéfico, pero también reflejar como el mismo nos impide de
ver, aunque, para eso, necesitemos cambiar el foco y alejarnos de ese mismo
modelo.
Para que observemos otras posibilidades, es
necesario que nos disociemos de aquel en que estamos insertados, porque al fin
y al cabo, un modelo de pensamiento, aunque muy estructurado, no pasa de una
probable interpretación entre muchas posibles.
Cuando nos interesamos por una obra de arte,
pensamos en el porqué, cuándo y cómo, pero generalmente a través de los ojos de
la causalidad mecánica. Mirando la obra, pensamos como es que el artista llegó
a aquel trazo, a aquel signo. Así se estudia la mecánica del texto, del autor y
del lector en sus más variadas formas. Pero éste es un movimiento sobre todo
externo.
Este tipo de pensamiento de génesis helénica, y
posteriormente cartesiana y newtoniana, es dialéctico y mecánico en el
raciocinio y en la argumentación. Por lo tanto, circular e infinito. Circular
como sistema cerrado e infinito por la probabilidad.
Crear un modelo en la perspectiva de abarcar el
todo en el contexto de la cultura occidental, es el más puro engaño, al menos,
la más pura ilusión. Intelectualmente, el intento es vano.
Este es pues el tipo de raciocinio dominante en nuestra
cultura. Pero, cuando hacemos el movimiento interior, intimista, antes de todo,
pensamos en nuestro aspecto emocional. Percibimos que nuestras emociones van y
vienen ininterrumpidamente. Aunque formen parte de nuestra génesis, somos mucho
más que, lo que de positivo y de negativo, ellas pueden representar en nuestras
vidas.
En lugar de imaginar que podemos ignorar las
emociones, fingir que no existen o, por el contrario, enaltecerlas, volverlas
un icono de la sensibilidad humana, será necesario conseguir entender como
ellas influencian nuestros comportamientos, llevándonos a una visión subjetiva
y restricta.
Cuando penetramos en la naturaleza de las emociones
y reconocemos su inestabilidad y brevedad, empezamos a comprendernos y a
comprender que nos rodea con otros ojos. Así, a partir del momento que
consigamos hacerlo, el poder de nuestras acciones, pensamientos y emociones
dejan de reverterse en consecuencias, tales como las vivimos e interpretamos
comúnmente, reordenándonos y, por consecuencia, reordenando el mundo que
conocemos como real, acercándonos de lo todo.
Nuevas miradas emergerán a medida que comprendamos
gradualmente la importancia de lo que es la realidad subjetiva y la realidad
absoluta. Sin embargo, mi discurso es solamente una descripción a partir de un
punto de vista fuera del modelo común del pensamiento, o una tendencia
artística. Un relato de cómo somos bajo una mirada diferente. Y no pretende que
sea nada más.
De hecho, si en lugar de dar el ejemplo de las
personas, usar como ejemplo las artes, o en particular la literatura, nada
cambiará de lugar. El discurso será el mismo.
REGIAO
LITERÁRIA