Arrastro mi
existencia por la comarca,
deambulo en
la desolación,
mi alma va en
un quejido.
En medio de
una oscuridad,
que parece no
tener fin,
sigo
esperando escuchar
una voz
proverbial que me diga
que este
tormento interno
pronto
terminará para siempre.
No pertenezco
a ningún lado.
Desintegrado,
apartado;
solitario,
vagabundo de parque;
idealista en
bancarrota;
limitado,
insatisfecho;
lleno de
conmiseración
y de
consideración por otros,
menos por mí.
Es la eterna
retahíla de mi existencia.
JUAN PABLO
HERNÁNDEZ OLIVA