Hoy...
aquel día que ayer no previne, me senté a esperar una certeza, que como siempre,
nunca llega…
Sin embargo, las horas no tendrían sentido sin la desesperación de esta esperanza. Mis muelas, ya doloridas de tanto masticar el mismo chicle, las mismas incertidumbres, y el reloj que aún marca el mismo minuto desde hace tres horas.
Ésta es la verdadera sensación, ese estadio privado que a veces se convierte en verdugo y otras en cuasi Dios.
En este momento casi me detengo, casi sin palabras, casi sin sentido, casi con miedo al error; pero no puedo perder el intento, y si pierdo, al menos lo habré intentado.
La brisa casi no existe en este día sofocante, el sudor empapa hasta la seriedad de este texto y, sin embargo, no puedo parar de escribir. Ayer nomás, ese día hace 24 horas, pensé en vos; en tu confusión, tu delirio, tu madurez, tu inmadurez y todas esas cosas que pensamos que nos hacen diferentes del resto, únicos e irrepetibles.
La distancia entre tu pesar, mi pesar; tu duda, mi duda, y pienso que quizás no son tan distantes, ni tan opuestas. Ayer nomás en compañía de tanta gente estaba en una extraña soledad, un tumulto bullicioso y, sin embargo, permanecía en silencio, observando, esperando, aquel equidistante punto de encuentro.
Ayer, aquel día en que sentí que hoy no existiría pero aquí estoy, sigo con vida después de mi propia catástrofe, entonces eso quiere decir que puedo volver a mi esperanza.
Y mañana, ese día del cual hoy no tendré noción, mientras verdosa se me torne mi lengua de tanto mate a la espera de que el reloj no marque el mismo minuto otras mil horas... tomaré un nuevo camino junto al desconcierto.
A vos, perfecto desconocido, que comenzaste a leer subyugado por la connotación de un título, te dedico estas palabras, porque como te habrás dado cuenta... ayer pensé en vos, y al fin y al cabo no somos tan distintos.
Sin embargo, las horas no tendrían sentido sin la desesperación de esta esperanza. Mis muelas, ya doloridas de tanto masticar el mismo chicle, las mismas incertidumbres, y el reloj que aún marca el mismo minuto desde hace tres horas.
Ésta es la verdadera sensación, ese estadio privado que a veces se convierte en verdugo y otras en cuasi Dios.
En este momento casi me detengo, casi sin palabras, casi sin sentido, casi con miedo al error; pero no puedo perder el intento, y si pierdo, al menos lo habré intentado.
La brisa casi no existe en este día sofocante, el sudor empapa hasta la seriedad de este texto y, sin embargo, no puedo parar de escribir. Ayer nomás, ese día hace 24 horas, pensé en vos; en tu confusión, tu delirio, tu madurez, tu inmadurez y todas esas cosas que pensamos que nos hacen diferentes del resto, únicos e irrepetibles.
La distancia entre tu pesar, mi pesar; tu duda, mi duda, y pienso que quizás no son tan distantes, ni tan opuestas. Ayer nomás en compañía de tanta gente estaba en una extraña soledad, un tumulto bullicioso y, sin embargo, permanecía en silencio, observando, esperando, aquel equidistante punto de encuentro.
Ayer, aquel día en que sentí que hoy no existiría pero aquí estoy, sigo con vida después de mi propia catástrofe, entonces eso quiere decir que puedo volver a mi esperanza.
Y mañana, ese día del cual hoy no tendré noción, mientras verdosa se me torne mi lengua de tanto mate a la espera de que el reloj no marque el mismo minuto otras mil horas... tomaré un nuevo camino junto al desconcierto.
A vos, perfecto desconocido, que comenzaste a leer subyugado por la connotación de un título, te dedico estas palabras, porque como te habrás dado cuenta... ayer pensé en vos, y al fin y al cabo no somos tan distintos.
NATALIA LORENA
Estupendo relato de Natalia Lorena. Melancólico. Sobre el paso del tiempo.
ResponderEliminarEnhorabuena.