Era una niña, humilde, sin nada más que su muñequita y su madre.
Vivía
en una casa de cáñamo y olía a rosas, una ventana orientada a un horizonte
lejano y bello, tras el cual se divisaba lo que ella imaginaba que era un
inmenso mar y soñaba con él cada noche.
Sonriente
despertaba cada mañana, su mamá la peinaba con un peine de un solo diente,
mientras escuchaba los sueños y fantasías de su hija y volaba con ella a ese
mundo.
Con
qué poco eran felices, cada vez que aquella niñita despertaba cada mañana.
Es un poema. Un poema de historia.
ResponderEliminarDe las cosas más hermosas de esta vida... el tener ojos para ver la hermosura de la existencia, es simplemente... incomparablemente maravilloso.
Un gusto, amig@s ✏
Bello, en efecto. Es un gusto tenerte por aquí, Joel, una persona que aprecia el sentimiento que emanan las pequeñas obras de arte que Club del novelista tiene el privilegio de publicar.
EliminarUn saludo y gracias por tu comentario, Joel.