Estaba extasiada
llena de nostalgia
picardía y fantasía,
sentada en una roca
en plena madrugada.
Unas lágrimas
por sus mejillas rodaban,
lágrimas de una dama
alguna vez maltratada.
Sus provocativos labios
susurraban:
otra vez enamorada,
no quiero ser burlada.
A pesar de su tristeza
lucia elegante y bella
como aquella luna llena
que iluminaba sus penas.
Astro testigo
de los besos que nos dimos.
Surgió el deseo inefable
y embriagarnos de amor
fue inevitable.
ENRIQUE RODRÍGUEZ
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