martes, 14 de abril de 2020

Emily deseaba sentir



Emile solía contemplar el cielo desde su ventana. No importaba el color que éste presentara, ella sabía que aquel firmamento infinito sería un día, el refugio absoluto a su desesperación.
Ruido urbano, caos humano, todo aquel agobiante martirio llegaba a invadir el sagrado espacio de su elevada guarida, como un depredador que escala acechante hacia un nido de quietud.
¿Cuándo la ciudad se había convertido en una maldita entidad acosadora? ¿Cómo aquellos fantasmas y demonios lograban subir hasta su único escondite y alterar la comunión con su soledad? Aquella: su aliada fiel que siempre le tendía una mano, o le dedicaba un susurro de aliento en la confortable oscuridad.
No eran muchos los momentos en que la confesión con sí misma se mantenía inquebrantable, pero sí muchas las emociones que emanaban de su incipiente llanto, y que, al fin y al cabo, se convertían en su única y reconfortante compañía. Aunque podían llegar a ser un auténtico tormento que lentamente la volvían loca… ¿O más consciente quizás?
Emilie deseaba sentir, sentir aquello que siempre le era negado, aquel gesto de auténtica comprensión que por más que había esperado, nunca llegaba a su lado.
¿Cuánto más debía esperar? ¿Cuánto más ocultar la razón de su inevitable desvarío?
Un día Emilie supo que su calma pronto llegaría, al dejar atrás el dulce suplicio al cual se entregaba cada día.
Caminó lentamente con su mirada fija hacia firmamento nocturno, y abrió su ventana para finalmente entregarse al gélido abrazo de la infinidad...
DEMIAN LOBO

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