viernes, 10 de junio de 2016

Frágil


       
      Mi exterior se endurece para proteger un corazón a medio latir, un corazón manchado por mentiras, engaños y dolorosas pérdidas. El tiempo hace su injusto juego de desgaste en un músculo pequeño y miedoso.

Las mentiras no son tan malas, el peso de tener una venda en los ojos hace difícil ver el camino correcto, entorpece los pasos hacia ese lugar soñado que se nos agrega a la memoria en el momento que una chispa dentro de nuestro ser se enciende, como una alarma diciéndonos que queremos algo. Las mentiras nos protegen de futuras mentiras, pero dejan un rasguño que escuece con cada movimiento involuntario de nuestra entrega.

Lo que deja un surco irreparable son las pérdidas. El no tener lo que una vez tuvimos, el no ver lo que una vez era la panorámica de nuestros días, la caricia que ninguna brisa puede equiparar. Perder, morir de a poco en pedacitos de recuerdos en una memoria amenazada con su propia desaparición.

El amor perdido. Ningún beso, ninguna caricia, ningún sonido, ninguna risa puede reemplazar la de un ser querido. Un verdadero ser querido, ese que dejó encallecer sus manos por ti, quien no comió para saciar tu hambre, quien te quitaba las lágrimas de tu rostro con el alma y no con las manos. Esas sonrisas, esos besos, ese cariño irremplazable de una familia que significó tu hogar. Esas son las pérdidas que no dejan cicatrizar a un magullado corazón, esas son las pérdidas que lo convirtieron en un músculo frágil. 

NIURKA SANTANA

1 comentario:

  1. Una verdadera preciosidad de relato. Tan realista como triste porque las mentiras, que no son buenas, en ocasiones son igual que una venda que evita que sangren las heridas del corazón. La pérdida del amor es del todo irreparable.

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