En una fábrica, en un futuro
no muy lejano, se encontraban dos supervisores en el peldaño más alto
observando a los robots en su tediosa y rutinaria labor y a algún que otro
ser humano que a su vez inspeccionaban el funcionamiento de las maquinas. Para
estos supervisores desde esa posición todos, máquinas y humanos, eran vistos
como simples ítems o números que generaban resultados en esa perpetua línea de
producción, tanto estaba de mecanizada la mente de los supervisores que se
habían vuelto daltónicos, insensibles y profundamente aburridos.
Así pasaba el tiempo, días,
semanas, meses y años. Hasta que, en una ocasión, uno de los supervisores
empezó a detectar entre las maquinas una silueta de multicolores que se movía
entre aquel ajetreo de la fábrica, el supervisor no podía dejar de ver aquel
cúmulo de colores y brillos que revoloteaba graciosamente por todos los
rincones de la fábrica. Y así pasaron muchos días, hasta que el supervisor que
veía aquella extraña visión dio parte a su compañero diciéndole:
—Mira eso… ¿lo puedes ver?
—le dijo señalando hacia la aparición y viendo a los ojos a su compañero.
—¿A qué te refieres? —le dijo
el otro supervisor, pues éste no podía apreciar lo mismo que el otro veía, pues
todo lo miraba igual que siempre, simples números que producían.
—Esa luz que se mueve
flotando de un lado a otro, obsérvala ahí está.
El supervisor que no
distinguía los colores se inquietó tanto con aquella situación que decidió
bajar hasta la línea de producción donde señalaba su compañero para demostrarle
que no había más que números inertes y fríos moviéndose por ahí.
El supervisor que distinguía
aquellos cálidos tonos señaló hacia donde estaba el cúmulo de colorida luz y le
dijo a su compañero:
—Estás justo a la par,
podrías tocarla si extiendes un poco tu brazo.
Su compañero estiró el brazo
y tocó aquella silueta y le contestó:
—¿Te refieres a esto? —extrañándose,
pues sólo era una humana más de las que inspeccionaban a las máquinas, y viendo
fijamente con una frialdad cortante a su compañero le habló por su
intercomunicador:
—Tienes que bajar aquí,
quiero que la veas de cerca y te convenzas que sólo es un número más de la
fábrica… ven. —le dijo haciéndole un gesto con su mano para que aquél bajara de
su peldaño.
Aquel supervisor bajó
rápidamente sin dejar de ver aquella bella silueta, y sentía que a cada paso su
corazón se aceleraba de ansias por llegar hasta donde estaban su compañero y
aquella encantadora aparición. La humana lo veía justo a los ojos con una
cálida sonrisa en sus labios. Cuando el supervisor llegó donde estaba su
compañero y la humana, le dijo el daltónico al que ya no lo era:
—¿Ves?, no es más que un ítem
más, como los otros…
—No, te equivocas —contestó—,
aquella es especial, mira esos ojos, esos labios, su cintura y como flota con
gracia con cada movimiento.
—Tienes una falla en tu
sistema psico-receptor, no estás funcionando bien —le contestó su compañero—.
Tú y ella deben ser retirados y reemplazados, si no arreglas esa falla de ambos
cuanto antes —moviendo la cabeza de manera negativa.
—Me temo que tienes razón,
debemos ser retirados y reemplazados por un tiempo mientras busco la solución
—contestó el supervisor cabizbajo, y muy preocupado.
—Tómala contigo y encuentra
la solución ahora mismo y cuanto antes.
La mujer escuchó todo lo que
hablaban, sólo meneó la cabeza divertidamente mientras sonreía y caminó junto a
aquel supervisor que le reconocía su belleza y gracia. Cuando llegaron afuera
de la sala de producción, ella le tomó la mano al supervisor, éste sintió una
corriente eléctrica que le recorrió todo el cuerpo y una extraña pero cálida sensación
de tranquilad lo embargó cuando la vio directamente a los ojos, ella le habló
en un tono divertido y le dijo:
—¿Sabes cuál es la solución a
esta “falla”?
—No —le contestó él.
—Bueno —replicó ella—, la
solución es que nos tomemos el resto del día para conocernos mejor y mañana
regresemos a seguir trabajando y que nos sigamos conociendo en cada momento
libre que tengamos, siempre y cuando tú te hagas ese tiempo libre —le decía
ella tocándole graciosamente la punta de la nariz al supervisor con su delicado
dedo índice.
Aquél no podía dejarla de ver
y sentir una deliciosa sensación al estar junto a ella y sin decir una sola
palabra el supervisor asintió. Ella lo tomó de la mano y salieron juntos fuera
de la fábrica. Regresaron al día siguiente y la producción de aquel bello ítem
mejoró llamativamente y la diligencia y manera de fiscalizar el trabajo del
aquel supervisor enamorado sobrepasó a la de su frío y daltónico compañero,
simplemente porque había recordado que él también era un ser humano.
Y siguió aquella fábrica produciendo
mucho más por muchos y muchos años, ya que otros ítems siguieron enamorándose
entre sí…
PEDRO OBANDO
Una historia de amor entre hombres y robots o de como estos últimos pueden albergar los mismos sentimientos que los seres humanos en un futuro quizás no muy lejano.
ResponderEliminarHola Luis!
ResponderEliminarMe gusto mucho este escrito, sabes donde conseguir mas de este autor?
bello tu blog
Aquí me quedo, te sigo!
Me gustaría que te pases por mi blog literario para ver qué te parece y si te gusta, sígueme :).
saludos nos leemos!!
Hola, amigo, ¿qué tal estás? Gracias por tan agradables palabras que me sirven de acicate para continuar el trabajo de promoción literaria y escaparate de creadores que estoy llevando a cabo.
EliminarTu blog es también muy interesante.
Club del novelista ha publicado dos relatos más de Pedro Obando. En octubre de 2015 "El amor verdadero" y en diciembre del mismo año "El inédito", ambos con gran aceptación.
Gracias por tu comentario.
Un saludo y nos seguimos.