Ángeles
adorados, amores de mi vida,
Son
el crepúsculo de amor en mi casa,
Son
el complemento de mi alma,
Son
el espejo radiante de mis mañanas,
Son
armonía mis tesoros sublime.
¿Qué
puedo pedir a la vida?
Nada,
nada más pido a la vida,
Dios
me ha regalado un tesoro único.
Ellos,
luceros que me acompañan,
carne
de mi carne, son los versos en mi poesía.
Él,
cuatrista con un corazón llanero, amante de la vida;
lleva
en su piel el aroma a chocolate.
Ella,
una soñadora que aprende idiomas;
Perfeccionista
de silueta perfecta.
Ambos,
mi motivo para seguir viva.
¡Qué
Dios me los bendiga!
Poema_imperfecto
Linda poesía, sin duda alguna. Su autora deja entrever bien a las claras su apasionado amor por sus hijos al dedicarles este precioso poema.
ResponderEliminarEsto es amor de madre.
ResponderEliminarSaludos
En efecto, Yolanda, ya lo creo. Gracias por tu comentario.
EliminarUn saludo literario y amigo.