El tiempo
marcaba los minutos,
marcaba las horas,
había llegado el momento
lo había leído,
lo había soñado,
y de su voz
se había enamorado,
reflejaba su amor
cuando le escribía,
había llegado el día
en que por fin
ellos se verían.
La espera había
valido la pena,
era la hora indicada,
la tarde perfecta
donde caminaba,
sus ojos como la miel
esa tarde la cautivaron,
sus bocas se juntaron
y en un cálido abrazo
lo que siempre soñaron,
dos almas
que siempre
se amaron.
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