jueves, 6 de julio de 2017

El licenciado Vidriera



Autor: Miguel de Cervantes (1547-1616)
Año de la obra: 1613

Tomás Rodaja, un muchacho que deseaba estudiar para poder ser alguien en la vida, es hallado un día por un par de caballeros que, movidos por la compasión, le llevan como criado suyo a estudiar a la Universidad de Salamanca. Allí estuvo ocho años y fue un extraordinario alumno, pero cuando sus amos se fueron a Andalucía él tuvo que irse con ellos. Sin embargo, como quería seguir estudiando, pidió licencia a sus amos para dejarles. Concedida ésta, en el camino de regreso a Salamanca, se encontró con don Diego de Valdivia, capitán del ejército que estaba reclutando soldados para el mismo. Para intentar captarle alabó la vida militar, encubriendo sus miserias y penalidades. No obstante, fue el hecho de conocer mundo lo que le movió a aceptar su propuesta de irse con él aunque no como soldado, sino en su compañía. El capitán aceptó con la idea de poderle convencer más tarde. Llegaron a Génova, donde Tomás tuvo la ocasión de conocer la realidad de la vida soldadesca y allí se separaron y acordaron reencontrarse en el Piamonte. Gracias a su estancia en Italia, Tomás pudo conocer este país e ilustrarse en sus maravillas y en sus costumbres. Cuando se reunieron de nuevos vio también Amberes, Gante y Bruselas tras lo cual se despidió del capitán y volvió a Salamanca para proseguir sus estudios.
Ocurrió un día que una prostituta se enamoró de él y se le declaró. Tomás, al no sentir lo mismo por ella, la rechazó y ésta, ofendida y despechada, quiso conquistarle mediante un membrillo que una morisca le dio que estaba hechizado, cuando más bien estaba envenenado. Tras comerlo cayó enfermo, casi muerto, pero tras una larga convalecencia se recuperó físicamente aunque quedo loco.
Es aquí donde aparece la denominación de licenciado Vidriera, pues así se llamará a sí mismo a partir de entonces, un personaje peculiar que cree ser de vidrio y que, por este motivo, imaginaba que si le tocaban se quebraría y que llegaba incluso a dormir en verano a cielo abierto y en invierno en el pajar de algún mesón cubierto de paja hasta la garganta por temor a romperse. Sin embargo, el licenciado Vidriera destacaba por su entendimiento y grandes corros de personas se formaban a su alrededor para escuchar sus razones y opiniones sobre todo aquello por lo que se le preguntaba. Fue llevado a la Corte y allí no paró de criticar innumerables y muy distintos oficios con cargadas dosis de ironía. Sus palabras formaban un perfecto retrato de la sociedad en la que vivía a través de sus vidriosos ojos sin dejar títere con cabeza.
Dos años más tarde, un religioso de la Orden de San Jerónimo le curó y ya cuerdo y sano se cambió el apellido Rodaja por el de Rueda. Cuando le vieron quienes le habían conocido como Vidriera le siguieron, como siempre lo habían hecho, y pese a decirles que no era el de antes y que le dejasen vivir en paz, el estigma del licenciado Vidriera le persiguió inexorablemente hasta obligarle a abandonar la Corte para dejar atrás su pasado e irse a Flandes donde se hizo soldado, ya que no le permitían ser licenciado. Allí, de nuevo en compañía del capitán Valdivia, pasó el resto de su vida hasta morir en el campo de batalla como un valiente militar.
Con esta novela, una más de las <<Novelas ejemplares>>, Cervantes pretende criticar lo peor de su época mediante un loco que quizás no lo estaba tanto.

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