¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
Eso me decían
y es que a veces, la verdad lastima.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
No seas complaciente
la vida si quiere, te hecha el diente.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
Escupe lo que sientes
el alma se te va, mientras tú te mientes.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
Grita muy alto
nada consigo si no me levanto.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
El mundo te mastica
y tú mientras, miras.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
Ya es hora de volar
nada consigues con soñar.
¡Quéjate!
¡Quéjate niña!
Ya lo sabrás cuando crezcas
la vida es cruel, aunque no te lo merezcas.
ANTÍA
Estupendo poema de Antía sobre las amarguras que a veces nos depara la vida.
ResponderEliminarCerteras letras, nos recreamos en algo que no tiene sentido hacemos montañas de arena y mientras la vida se va... Pero nunca dejemos de soñar aunque haya amarguras y obstáculos. Besos muchos!!
ResponderEliminarAsí es, Marijose, a veces el mejor remedio para mitigar el dolor es gritar a los cuatro vientos para revelarse ante las adversidades. Ante éstas, afrontarlas es la mejor manera de subsanarlas.
EliminarUn beso enorme y gracias por tu comentario.
Excelente poema con una gran fuerza interior.
ResponderEliminarSaludos
Soy de la misma opinión, Yolanda. Sus estrofas tan machaconas como contundentes enfatizan el significado que su autora quiso darle al poema. A veces hay que revelarse para soportar las adversidades que nos sobrevienen en la vida.
EliminarUn saludo, Yolanda y gracias por tu comentario.