miércoles, 9 de mayo de 2018

La manada callejera



El hada Dulcinea salió muy tarde de la fiesta. Cuando se trataba de días festivos, como el 7 de julio, las horas podrían pasar sin que pudiera dormir. Estas noches solían ser eternas.
—Me vuelvo a casa —decidió.
Se puso sus botas, se arregló las alas y regresó a la casa donde se hospedaba estos días. Tampoco abundaban mucho. Pamplona era una ciudad pequeña y acogedora con grandes bloques de vivienda ecológicos.
Dulcinea deslizó sus alas por las empedradas calles de la capital navarra. Sus mejillas rojas y su aura brillante la convertían en una especie de luciérnaga gigante. Cuando caminaba, dejaba una huella de polvos mágicos. Unos lobos olieron los polvos mágicos. Mostraron su brillante dentadura, se la relamieron y persiguieron al hada.
Enseguida se percató de que la estaban persiguiendo y aceleró el paso. Unas gigantescas sombras oscurecieron las calles. Corrió. Los lobos fueron tras ella. Corrió más deprisa. Los lobos corrieron más salvajes.
Dulcinea terminó en un callejón sin salida. Una lágrima discreta caía por su ojo izquierdo. Se sentía indefensa ante las miradas ávidas de sangre de la manada.
ÓSCAR ALONSO TENORIO


6 comentarios:

  1. Un texto muy original que a todos nos trae recientes y terribles sucesos a la memoria. Tratándose de un "cuento" solo se me ocurre desear que el cazador entre en escena y termine con la manada de lobos rabiosos para siempre.

    Muy buen relato, me ha gustado mucho :)

    ¡Un saludo!

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    1. Sí y que esta vez sea un cazador justo que condene a la manada rabiosa y depravada al mayor de los infiernos. Ése sería el final feliz.

      Un saludo y gracias por tu comentario, Julia.

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  2. Pobre Dulcinea que será humillada por los lobos y después cuando el cazador la salve, habrá otra manada de bestias que la juzgarán y humillarán más

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    1. Eso es lo peor, revivir la tortura a la que unos canallas lujuriosos la hicieros sufrir y que posteriormente, pese a las evidencias del horrendo hecho cometido, se salgan con la suya esa pandilla de violadores que no entienden que NO es NO y que la educación y el respeto son normas básicas para caminar por este mundo. Quizás lo más doloroso de este hecho sea no amparar a la víctima y juzgarla a ella en vez de a los agresores.
      Gran relato de Óscar Alonso Tenorio. Me descubro ante él por la solidaridad y la sutileza de su homenaje a nuestra Dulcinea.

      Un saludo y gracias por tu comentario, Claudia.

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  3. Precioso , engancha incluso , yo te cambiaría polvos mágicos en la segunda mención por rastro, para que no se haga repetitivo , pero supongo que es cuestión de gustos además no sé ni por qué me meto , ni que fuera escritora de exito jejejejeje. Pero repito que es precioso

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    1. Precioso, sutil, elegante y respetuoso el relato de Óscar Alonso Tenorio.
      Un saludo y gracias por el comentario, amig@ desconocid@.

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