viernes, 24 de junio de 2016

El secreto de Marie



La historia que voy a contar es la historia de una joven universitaria que reside en París. Su afición a la lectura era casi adictiva, tenía por costumbre al terminar las clases visitar de nuevo la biblioteca del centro. Se sabía de memoria los pasillos interminables de aquel lugar con tantos conocimientos. La curiosidad innata de Marie la llevaba a devorarse cada página de cada libro que leía. Desde la historia antigua de los griegos hasta los libros de ciencia; pero lo que más le gustaba eran los libros de misterio. El viejo bibliotecario ya era en sí un pozo de sabiduría. Conocía a todos los alumnos del centro, incluso en ocasiones les aconsejaba que libro podían necesitar. Pierre, el viejo bibliotecario, admiraba la pasión con la dedicación que Marie tenía, incluso le llamaba la atención porque siempre que le decía aquello, significaba que ya era la hora de cerrar, pero como ya conocía a Marie todos los días le dejaba un poco más de tiempo. Alrededor de las ocho de la noche, más o menos, se disponía a salir de la biblioteca, no sin antes despedirse alegremente pero con un poco de tristeza ya que no lo podía ver hasta el día siguiente, porque aunque no lo pareciese le tenía mucha estima. Solía hacer siempre el mismo recorrido hasta su casa, pero esa noche sería distinta a las demás. Transcurrieron unos minutos y, en ese momento, decidió ir por otro camino. No se daba cuenta por donde iba ya que la llevaban sus pensamientos y sin saber cómo terminó en una calle llamada Vielle Vile de Saint-Marcel, ella sabía que le sonaba de algo y de pronto lo recordó, sabía dónde estaba porque ya lo había leído antes en la biblioteca, justo antes de irse, esa calle era inconfundible. Justo esa noche la calle parecía más sombría de lo normal y al fondo casi tenue. Se veía una anciana ya mayor que caminaba en dirección a ella. Cuando la anciana pasó a su lado notó un escalofrío que le recorría todo el cuerpo y cuando Marie se giró para ver a la anciana ella misma le preguntó si era cierto que se llamaba Marie y si también era cierto que iba a la biblioteca a leer un libro en concreto, entonces la anciana con una breve sonrisa se fue. Marie se quedó pensando ¿quién era esa anciana? ¿Por qué sabía su nombre? ¿Acaso la conocía? Volvió a girar la cabeza y vio una casa abandonada, la misma que leyó en el libro, ese del cual no tenía nombre pero a ella le gustaba titularlo como “El misterio de las calles de París”. Frente a la casa había una única farola que alumbraba con poca luz. Antes de atravesar el umbral algo le llamó la atención, la entrada de la puerta principal estaba casi nueva en comparación con la fachada de la casa, casi en ruinas. Se preguntaba cuántas molestias se había tomado la gente de esa casa para cuidar tanto la puerta. Paró, suspiró y entró en la casa. Nada más entrarse veía la madera desgastada por los años y se fijó en las escaleras que tenía enfrente. Al final de la escalera se encontraba un pasillo largo iluminado por la luz tenue de la luna. Había una habitación en concreto que tenía la puerta cerrada, al contrario que las otras. Ella se dispuso a subir. Subió las escaleras con el crujido de la madera ya vieja y de pronto, antes de abrir la puerta, se oyó un golpe. Ella saltó de terror, ¿qué podía ser ese golpe?, ¿estaba segura de abrir la puerta? Entonces la abrió. Era la habitación que más luz tenía. Se veía cómo hondeaba la cortina de la ventana, la cual dejaba entrar la luz tenue de la luna y al fondo de la habitación, casi imperceptible, se veía un viejo libro tirado en el suelo, se acercó, lo recogió, lo limpió ya que estaba todo lleno de polvo y al limpiarlo se dio cuenta de que ese libro no tenía título, le entró pavor, no podía asimilar que ese libro que tanto le gustaba y al cual siempre le ponía título pudiera estar allí cuando ese mismo día lo había dejado en la biblioteca. Decidió irse a casa, ya había tenido demasiadas emociones. Ya en casa se desvistió y se fue a dormir.
Al día siguiente, con la misma rutina, se fue de la biblioteca, pero se fue antes de la hora de cierre. Pierre se extrañó mucho al ver que Marie se iba antes de la hora, sabiendo que siempre le dejaba unos minutos más. Toda decidida fue otra vez a la casa, tenía que saber por qué el libro estaba en esa casa tan peculiar, entró, y otra vez estaba la puerta cerrada, la abrió pero todo estaba igual, la cortina, la mesa, la estantería, pero el libro no. No estaba, había desaparecido y por fin lo comprendió, ese libro estaba enlazado con la anciana del día anterior y ¿por qué? porque ella recordó en ese instante que su madre le contaba de pequeña que su abuela escribía sobre las calles de París. ¿Acaso esa anciana era la abuela de Marie? No podía ser porque su abuela murió el pasado año, pero esa anciana tenía un parecido casi exacto al de su abuela y además conocía su nombre, luego no había ningún error, esa anciana era la abuela Marie.

RAQUEL CARDONA

1 comentario:

  1. Interesante relato, casi mágico, de Raquel @Raquel2453 que revela a una joven un misterio familiar a través de la literatura.

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